UN CAMINO DE MEMORIA Y GRATITUD
Para celebrar el 175 Aniversario de la Aprobación del Instituto y de las Constituciones, se realizó una peregrinación tras las huellas de nuestra Fundadora, en nombre de toda la Congregación. La Madre, las Consejeras y algunas Hermanas de las tres Comunidades de Roma, han llevado espiritualmente con ellas a todas las Hermanas de la Congregación, las Formandas y los miembros de los grupos LASA.
El recorrido ha iniciado de la IGLESIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, donde reposan los restos del P. Justo de Camerino. Una etapa fundamental ha sido en la PLAZA DE ESPAÑA y en la CALLE DE LA CRUZ, donde vivió la Marquesa Julia durante los meses de su estadía en Roma.
De allí se continuó el camino hasta la BASÍLICA DE SAN PEDRO para rezar en la Tumba de PAPA GREGORIO XVI quien aprobó el Instituto.
El recorrido a pie estuvo marcado por la oración y la reflexión sobre los textos de las Fuentes relacionados con las distintas etapas.
IGLESIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN | |
Ante el lugar donde descansan los restos del Padre Justo de Camerino.
Él fue Consultor de la Congregación de los Obispos y Regulares, que era en ese tiempo encargada por la Santa Sede del estudio de los nuevos Institutos Religiosos y de las Constituciones en vista de la aprobación. Así se expresó el Padre Justo de Camerino en relación de nuestras Constituciones: “… Parece a quien subscribe que las Reglas actuales en su totalidad sean conformes a la Doctrina y Disciplina de la Iglesia, bien indicadas para conducir a las Religiosas por el camino de la Perfección Cristiana, y a alcanzar el fin principal de su vocación en orden a la educación de las Niñas especialmente de la clase pobre. Se percibe en estos Reglamentos un espíritu de prudencia y de discreción para hacer reinar la paz, la concordia y la caridad fraterna entre las Hermanas. Ahí se encuentran, ordenadas bastantes cautelas para impedir la disipación de su espíritu en medio de ocupaciones que distraen; y a tener lejos de las hermanas el contagio del mal ejemplo del Mundo, y que a ellas no se le apegue al polvo mundano. Así pues, quien suscribe considera que, las Reglas actuales, hechas las reformas necesarias, podrían ser aprobadas por la Santa Sede.” (Consultación de una Congregación particular – Roma diciembre 1845) |
RECORRIDO HASTA LA PLAZA DE ESPAÑA
de la Iglesia de la Inmaculada Concepción
al obelisco con la Inmaculada Concepción
Entonces el mismo Padre Justo de Camerino, una vez aprobado el Instituto y las Constituciones: “…Sean, por tanto, virtudes características de las Religiosas de Santa Ana, la dulzura, la alegría, y la sencillez evangélica para hacer amar su ministerio. Esta palabra Ministerio parecería demasiado relevante para mujeres sencillas; pero en cierto sentido puede adaptarse, porque deben unir una especie de apostolado a los deberes de maternidad hacia las almas de sus alumnas. Y si el amor de Dios es más sublime del amor natural, aún más su celo debe ser perfecto hacia las pobres hijas confiadas a sus cuidado”.
“Sé que para llegar fácilmente a un tan beato fin necesitan muchas gracias, que deben pedir incesantemente a Jesucristo. Pero ustedes bien saben cuánto ayuda la intercesión de la Madre de Dios para obtenerlas: las exhorto por tanto a crecer siempre en la devoción a María Santísima tratando aún de insinuarla en el corazón de las tiernas niñas, confiadas al cuidado de ustedes.Termino con asegurarles que hasta que yo tenga vida no cesaré de encomendar a la Virgen, con mis pobres oraciones, su santo Instituto, a fin de que con su válido patrocinio crezcan siempre las Religiosas de Santa Ana en riqueza de gracias y de virtud, y crezcan también en número para poder multiplicar casas y establecimientos en muchas otras Diócesis”.
RECORRIDO A LO LARGO DE LA AVENIDA DE LA CRUZ
Algunos trozos de los escritos de Silvio Pellico respecto a aquel viaje de la Marquesa Julia: “Ya que fue hecho por algunos años el experimento necesario del Instituto de las Religiosas de Santa Ana y el de las Magdalenas, [la Marquesa] consideró que ya había llegado el tiempo para viajar a Roma con el fin de darlos a conocer a la Santa Sede e invocar la aprobación Pontificia. Conversó de esto con el Arzobispo quien lo consideró bueno, y la piadosa Fundadora se dispuso al viaje. No se asustó al saber que tales solemnes aprobaciones eran dificilísimas de obtenerse, y que recientemente la Santa Sede la había negado a algunas Congregaciones respetables, existentes desde largos años…”
[…] Llegada la Marquesa de Barolo [a Roma], rentó una bella casa de tres pisos, en Avenida de la Cruz junto a la Plaza España; después de haberme despedido de mis Reverendos huéspedes [los Jesuitas], y vine a estar con mi bienhechora. El Cardenal Lambruschini era conocido de ella habiéndolo encontrado en París cuando él ocupaba en aquella capital el cargo de Nuncio Apostólico; ya desde muchos años Gregorio XVI le había confiado el mayor cargo, el de Secretario de Estado. La Marquesa fue a presentarse al cardenal para exponerle el motivo de su venida, y el venerado viejo la acogió con el más particular honor y con afecto paterno, nunca jamás después disminuyeron estas demostraciones; para él era claro el mérito de la suplicante y supo discernir y evaluar aquello de los institutos de los cuales se trataba. Aun así, anunció que los obstáculos eran grandes, y que difícilmente serían superados en aquellas particulares circunstancias. Él fue muy solícito en visitar a la Marquesa para informarla de haber hablado con empeño al Santo Padre, y de haberlo encontrado lleno de estima por ella y por sus obras; pero que los obstáculos previstos eran realmente muchos y se necesitaba tal vez largo tiempo para poder triunfar. Ella, no deseando otra cosa que el cumplimiento de la voluntad divina, sin embargo, no se sintió desanimada y consideró deber suyo persistir en hacer los pasos convenientes para conducir la cosa a su resolución. Los otros Cardenales que ella visitó y consultó todos le dieron la mejor acogida, sin embargo, ninguno disimulando los graves impedimentos que surgían para el éxito de su petición. |
EN LA PLAZA DE LA BASÍLICA DE SAN PEDRO
Decreto de Aprobación del Instituto El Santísimo Señor nuestro Papa Gregorio XVI, teniendo en cuenta la carta de recomendación del reverendísimo Arzobispo de Turín y habiendo escuchado algunos queridos Cardenales de la Santa Iglesia Romana de la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, ha aprobado y confirmado el Instituto de las Religiosas de Santa Ana, fundado en 1834 en la Diócesis de Turín por obra de la piadosísima Marquesa Falletti de Barolo de la familia Colbert, y sus reglas y constituciones, según cuanto está contenido en el mencionado ejemplar. A fin de que las recordadas hermanas miren con presteza hacia el fin propuesto y con el andar del tiempo produzcan más copiosos frutos, les ha comunicado por gracia especial todas las indulgencias de las cuales, por los indultos apostólicos, ganan y gozan las Religiosas de la Sociedad del Sacratísimo Corazón de Jesús, observando además la forma y el tenor de los mismos indultos. Su Santidad, además, ha dado el propio consentimiento a fin de que el presente decreto sea redactado como carta apostólica en forma de Breve. Dado en Roma en la Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares, el día 8 de marzo de 1846. Carlo Ostini Prefecto |
“Breve” de Aprobación Pontificia del Instituto y de sus Reglas A PERPETUA MEMORIA DEL HECHO. […] Por tanto entre las obras de caridad cristiana, merecen principal alabanza las que comprenden la instrucción de los niños y de las niñas, especialmente de la clase más baja, tan expuestos a caer en los vicios por falta de educación. Entre estas preclaras obras de caridad cristiana se deben enumerar la sociedad de las hermanas de Santa Ana, que la estimada hija en G.C. Marquesa Julia Falletti de Barolo de la familia Colbert, encomiable por eximia religión, virtud y liberalidad, ya había establecido en Turín, desde el año 1834, con ilustre ejemplo de caridad a sus propios gastos. Esta sociedad tiene como finalidad instruir las niñas de humilde condición en la piedad y en todo trabajo conveniente a su estado, y de prestarse para todo oficio de caridad al cual pueda ser llamada. Nosotros que por inescrutables querer de Dios, puestos sin mérito en la más alta sede del apostolado, deseamos de corazón que la primera edad sea alejada de las seducciones del vicio y sea encausada a la virtud, alabamos la mente y el cuidado de la piadosísima Mujer fundadora de esta obra, y exhortamos vivamente a las religiosas del mismo Instituto a persistir valientemente en las fatigas comenzadas, procurando encender el amor a la piedad y a la virtud en las jovencitas discípulas. […] Apoyados, pues, en esta esperanza cierta que con la ayuda de la gracia divina, abundantes sean los frutos de tal sociedad, por el anhelo que tenemos de colmar de particular beneficencia todas las personas consideradas en este escrito, […] aprobamos y confirmamos con nuestra autoridad apostólica al Instituto de las dichas religiosas de Santa Ana y sus constituciones y reglas, […] y recomendamos que éstas sean observadas por todas las religiosas del Instituto. […] Dado en Roma, en S. Pedro bajo el anillo del Pescador, en el día 3 de abril 1846, el año décimo sexto del nuestro Pontificado. CARD. LAMBRUSCHINI |
Folleto-guía de la peregrinación |