En la carta del apóstol Pablo a los Romanos, la imagen bíblica representa a la Tierra como una madre que gime como si estuviera dando a luz (Rom 8,22). Francisco de Asís lo entendió así cuando se refirió a la Tierra como nuestra hermana y nuestra madre en su Cántico de las criaturas. Los tiempos que vivimos demuestran que no nos relacionamos con la Tierra como un don de nuestro Creador, sino como un recurso para utilizar.
Y, sin embargo, existe la esperanza y la expectativa de un futuro mejor. Esperar en el contexto bíblico no significa quedarse quieto y callado, sino gemir, clamar y luchar activamente por una nueva vida en medio de las dificultades. Al igual que en el parto, pasamos por un período de intenso dolor, pero surge una nueva vida.
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