Nuestra Congregación está fundada bajo la protección de Santa Ana, modelo de madre y educadora.

Santa Ana es la madre de la Virgen María y de ella no se tienen noticias históricas muy precisas.

Su nombre deriva del hebreo Hannah y significa gracia. No se la menciona en los Evangelios Canónicos, sin embargo, se habla de ella en los evangelios apócrifos y en particular en el “Protoevangelio de Santiago”.

“Por su fruto se conoce el árbol” (Mt 12,33). Nosotros conocemos el fruto de la milenaria planta: la Virgen María quien, preservada del pecado desde su concepción, dio a luz a Jesús, convirtiéndose así en “tabernáculo viviente” del Hijo de Dios. De la belleza y santidad del fruto conocemos la grandeza de la planta: los santos padres Joaquín y Ana.

Su culto se difundió sobre todo en Oriente. La primera manifestación del culto a Santa Ana se remonta a la época de Justino quien mandó construir en Constantinopla una iglesia en su honor, alrededor del año 550. En torno al siglo X se difundió el culto a Santa Ana también en Occidente, afianzándose fuertemente en el Norte de Europa.

En el año 1584 el papa Gregorio XIII decidió incluir la celebración de S. Ana en el Misal Romano, extendiéndola a toda la Iglesia. El recuerdo litúrgico de S. Joaquín fue en un primer momento dejado aparte y más tarde incluido en el calendario en una fecha distinta respecto a la de S. Ana. Con la reforma litúrgica después del Vaticano II, los Santos Padres de la Virgen fueron “reunidos” en una única celebración: el 26 de Julio.

Santa Ana está considerada como patrona de diferentes artes y oficios, por haber enseñado a María las tareas domésticas y por haber dado al mundo la “obra maestra” de la humanidad. Además, Santa Ana es patrona de las abuelas, de las madres, de las mujeres embarazadas y de las parturientas.

Nosotras la consideramos mujer de fe, guardiana de la esperanza y madre llena de amor. A Ella, que ha dado a María a la humanidad, la vemos como nuestro modelo y le confiamos nuestra misión: hacer crecer y acompañar a las nuevas generaciones hacia la plena felicidad, para que la humanidad vuelva a ser nuevamente “inmaculada” y en todos resplandezca la imagen del Dios que nos ha creado.

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